viernes, 25 de agosto de 2017

Reformas vitales para una democracia en crisis.


Que la democracia cuesta y vale la pena financiarla, es una apreciación discutible, para un país como Honduras por ejemplo, con altísimos niveles de pobreza extrema y con la generalidad de su población viviendo en una profunda crisis social, este costo es sumamente oneroso.
En nombre de la democracia, el país se ha gastado miles de millones de lempiras para crear y mantener a una clase política y gubernamental cada vez más ineficiente, sacrificando recursos que bien pudieran invertirse en sectores de atención urgente como salud, educación, seguridad o combate a la pobreza.
La democracia hondureña presenta serias inconsistencias que aunque conocidas y ampliamente discutidas, no se les ha querido poner atención por parte de los tomadores de decisiones que por supuesto, son los mismos interesados en mantener un estado débil y fácilmente manipulable, pero curiosamente, tampoco ha sido un tema de interés para los líderes gremiales, empresariales y de sociedad civil.
Para solidificar la democracia se debe comenzar con un proceso de reformas políticas que permitan al país optimizar recursos y simplificar la acción de gobernar, reformas puntuales que van más allá del interés de representatividad de los partidos políticos, se trata del mismo esquema de elección popular.
Ya va siendo el tiempo de pensar seriamente en reducir el número de diputados en el Congreso Nacional, la historia de este Poder del Estado nos demuestra que 128 escaños son demasiados para el trabajo legislativo, países vecinos como El Salvador (84 diputados), Costa Rica (57) y Nicaragua (92) demuestran que no es necesaria una cámara parlamentaria tan numerosa.
Hay quienes por años han pasado por el hemiciclo y no han presentado un tan solo proyecto de ley, tampoco han participado de discusiones trascendentales y su trabajo se ha limitado  a sentarse y levantar la mano cuando la ocasión amerita.
Hace algunos años se planteó la posibilidad de la elección de diputados por distritos electorales como un mecanismo que garantiza una integración parlamentaria más equilibrada y en donde el elector pueda sentirse verdaderamente representado, valdría la pena considerarlo.
A nivel municipal, el país no puede seguir absorbiendo el costo de 298 vice alcaldes que son simplemente figuras decorativas, no tienen voz no voto en las decisiones de las corporaciones municipales y únicamente cumplen las  funciones que les delega el alcalde, igualmente irrelevante y financieramente excesivo es el mantenimiento de tres designados presidenciales (cuyas funciones pudieran limitarse a solamente uno), los comisionados presidenciales y hasta los mismos gobernadores departamentales.
Quien diga que la democracia es el mejor sistema para eliminar la pobreza y alcanzar el desarrollo de los países no se ha percatado de la realidad hondureña, en los últimos 37 años se agrandó el Estado y se multiplicó la crisis, y aunque a ciertos grupos les interesa mantener un sistema acorde a su interés, tarde o temprano llegará el momento de cambiar una democracia en crisis por una democracia verdaderamente participativa y representativa.

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