“Es posible
ser político y honrado, ser empresario y ser transparente en las transacciones
financieras, ser funcionario público y poner el interés del Estado por encima
del personal.” Esta es una de las
reflexiones más destacables del discurso
pronunciado por el señor Luis Almagro, secretario general de la Organización de
Estados Americanos (OEA), en el marco de la firma del convenio que dio vigencia
a la Misión de Apoyo y Combate a la Corrupción y la Impunidad en Honduras
(MACCIH).
Aunque muchos
puedan verlo como una utopía, o un sueño difícil de alcanzar en un país
acostumbrado a la duda y a la descalificación,
es importante recordar que la honradez y la transparencia son dos
principios vitales que deben ser
visibles y comprobables en quienes ejercen la función pública o privada si se
quiere lograr un cambio significativo a nivel de las instituciones y también en
el ámbito personal.
Hablar de
políticos y funcionarios públicos honestos y de empresarios transparentes es
reconocer la urgencia que tienen los países de encontrar y promover liderazgos
decididos a cambiar una historia de abusos, corrupción e ineficiencia
administrativa para construir una nueva etapa guiada por la transparencia, la
integridad y la rendición de cuentas.
Nada mejor
para un país que encontrar las avenidas para que la sociedad recupere la
confianza y la credibilidad en su clase política y empresarial, de esta manera,
con el respaldo ciudadano, es más fácil
darle vigencia a las acciones e iniciativas orientadas a alcanzar los más altos
niveles de integridad en la toma de decisiones y a crear un estado libre de
corrupción e impunidad.
Es tan fuerte
el impacto social y económico de la corrupción política y empresarial que no
solo incide directamente en la baja condición de vida de sus habitantes, sino
que trasciende fronteras al extremo de afectar la imagen país, nadie está
dispuesto a invertir en un lugar en donde la justicia es manipulable y tardía y
los políticos juegan a su antojo con la ley de acuerdo a sus propios intereses.
Las
palabras del señor Almagro son un llamado de atención para entender que tanto
en la política, como en la actividad privada, formar honestidad y transparencia
es fortalecer la vida y la reputación de cada persona y de cada organización,
es cumplir con los compromisos adquiridos y las promesas hechas.
No
basta solo con cuestionar desde afuera, o descalificar las acciones que se
emprenden por qué no son del agrado o no favorecen los intereses de ciertos
grupos, en la lucha contra el flagelo de la corrupción deben involucrarse
decididamente todos los sectores, gobierno, empresa privada, sociedad civil
organizada, iglesias, medios de comunicación e incluso, ciudadanos a nivel
personal, se trata de un responsabilidad compartida y de permanente observación
y auditoria social.