No se
necesita ser un experto analista para asegurar que por años, los principales
problemas sociales que aquejan a la población en Honduras son la pobreza, la
inseguridad, y la violencia, tres flagelos en los que a nivel de país se han
han destinado miles de millones de lempiras sin resultados visibles y por el
contrario, se agudizan.
En adición a
lo anterior, la crisis social hondureña adquiere magnitudes dramáticas con el
destape de la impunidad y la corrupción, y la exposición de grandes personajes,
considerados intocables por su influencia política y económica, y que durante
décadas le han causado a la nación graves daños con secuelas imborrables.
Nadie nos ha
dado respuestas concretas sobre la permanente crisis en el deteriorado sector
salud, cuyas arcas fueron estafadas con la adquisición de servicios de pésima
calidad a precios sobrevalorados, la escasez de medicamentos y el desorden
administrativo del sistema, es la corrupción acompañada de impunidad, la
responsable de la crisis en los hospitales y centros de salud estatales.
A nivel del
sistema de investigación y de justicia hondureño, no hay respuestas ni castigo
a los responsables del saqueo abusivo de ministerios e instituciones estatales,
el sobrecargo financiero de planillas fantasmas para pagar favores políticos, sigue
en una nebulosa el desfalco al Instituto Hondureño de Inversión Social (IHSS)
mientras los derechohabientes son víctimas directas de una crisis casi
imposible de superar.
La corrupción
no respeta espacios, está en el gobierno, en el sector privado, en el deporte,
incluso a nivel de ciudadanía, tiene que ver con actitudes, normas de conducta,
reglas de vida, erradicarla es un reto
complejo pues se trata de una estructura delictiva tan bien organizada que
ocupa las principales esferas de poder, quizás por esto es que hoy se ha convertido
en un delito globalizado.
Como en
Honduras las autoridades no tienen el peso moral y judicial necesario para
castigar este delito, la justicia ha tenido que venir del exterior,
específicamente de Estados Unidos, que en los últimos años suspendió en el país
programas de apoyo económico como la Cuenta del Milenio por altos niveles de
corrupción, y más reciente, la solicitud de extradición ya no solo de
personajes ligados al crimen organizado, ahora incluyendo también a reconocidos
políticos, dirigentes deportivos y empresarios.
Sería
incorrecto desconocer que a nivel de gobierno se han dado algunos pasos
importantes orientados a castigar el abuso de los funcionarios públicos y otros
personajes acostumbrados a traficar con el estado, sin embargo, estos esfuerzos
se ven minimizados por el pobre y débil funcionamiento del sistema judicial.
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