miércoles, 18 de noviembre de 2015

La trilogia del poder.




El término “poder” tiene múltiples definiciones y usos, pero en líneas generales se utiliza para describir la facultad, habilidad, capacidad o autoridad para llevar a cabo una determinada acción. El poder implica también poseer mayor fortaleza en relación a otro individuo o grupo.

Henry Kissinger, político germano-estadounidense de gran influencia no solo en Estados Unidos, sino a nivel internacional,  definió el poder como “el más potente de los afrodisíacos” refiriéndole como un instinto inherente a la naturaleza de los hombres y que define en muchos casos su comportamiento con acciones para bien o para mal.

Fundamentado en el criterio anterior, no es extraño entonces que las sociedades cuestionen y descalifiquen el empleo maligno del poder, ejercido desde los estados y fuera de ellos, que exige la subordinación del otro a través de diversos medios, tales como la fuerza, la persuasión, el engaño, las amenazas, la manipulación o la tortura.

Alvin Toffler, escritor estadounidense de visión futurista, en su obra titulada “El Cambio del Poder” resumen de manera magistral los cambios que como sociedades enfrentaremos en los primeros veinticinco años del siglo XXI en una trilogía completa de poderes permanentes, dos de influencia negativa y uno del que se sabe, es causal de grandes revoluciones en materia social, política y económica en las naciones.

El primer enfoque de poder permanente, pero negativo, es “la violencia o la fuerza” que cada vez es más visible y más fuerte, un fenómeno que crece a niveles alarmantes y desgasta sociedades, es la imposición violenta de uno hacia otro por el enfermizo deseo de ejercer dominio. En algunos casos, los estados incurren en esta forma de poder al dar preeminencia a los presupuestos armamentistas y de seguridad por encima del desarrollo económico y social de sus habitantes.

El segundo enfoque de poder está en “el dinero” o la riqueza, concentrada en unos pocos y que constituye la posibilidad de comprar conciencias, lograr silencios, multiplicar ganancias y en la mayoría de los casos genera un desproporcionado desarrollo de las economías que privilegian a pequeños pero poderosos grupos que definen el costo de vida, salarios, precios y el acceso al crédito, en contraste con el crecimiento de los niveles de pobreza, desempleo y la baja en la capacidad adquisitiva de las mayorías, este al igual que la violencia, se constituyen en poderes permanentes de impacto social negativo.

Pero existe un tercer enfoque del poder, permanente y positivo, y es “el conocimiento y la información” en otras palabras la revolución de la educación. Es en este punto en donde inicia el desarrollo de los países mediante el fortalecimiento de la ciencia, el fomento de la creatividad y la innovación, el manejo de los datos y la información, la calidad de la educación, el rendimiento docente y la reforma curricular como aspectos primordiales de la calidad y buenas prácticas educativas.

No en vano la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, La Ciencia y la Cultura (UNESCO) promueve que la educación enriquece las  culturas, crea entendimiento mutuo y sustenta a las sociedades pacíficas.

Tener poder no es malo, anhelar tenerlo tampoco lo es cuando se trata de ponerlo al servicio de los demás, los malos son quienes teniéndolo, no saben ejercerlo en atención del bienestar común.



  

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