Para que un país pueda resolver sus problemas de
pobreza y exclusión social, es necesario comenzar fortaleciendo las
instituciones públicas y erradicando la ignorancia de una clase política
carente de los conocimientos e información necesaria para alcanzar al menos niveles
básicos de prosperidad para sus habitantes.
Así lo resumen Daron Acemoglu y James Robinson en su
libro “Por que fracasan los países”, en el que con muy buen criterio y
minucioso análisis, plantean que el principal obstáculo que enfrentan los
países de América Latina en cuanto al crecimiento de la pobreza, se debe a instituciones públicas que no funcionan y a una elite política en
crisis.
Es reiterativo encontrarnos cada cierto tiempo con
propuestas políticas, sociales y económicas
que presumen de ser solución inmediata a problemas ancestrales, y esto
porque contamos con una clase política acostumbrada a actuar en base a
conveniencia propia y no en un contexto social en donde los mas importante es
el bienestar de la colectividad, al final por supuesto, el resultado se traduce
en una dificultad mayor y por ende en descontento social.
¿Por qué fracasan los países? Sin duda hay muchos factores a tener en cuenta,
pero Acemoglu y Robinson en su libro hablan de dos en particular, uno de ellos
está concentrado en el fracaso de una elite política en la que hay escases de
visión y liderazgo, y en donde la política se ha convertido en promotora de una
sociedad excluyente y desigual.
La política dejo de ser un medio de servicio a la
sociedad y paso a ser un modus vivendi, el abuso autoritario del poder, el
enriquecimiento ilícito de los políticos, el tráfico de influencias y la
corrupción entre otros, son características que identifican hoy en día a la
clase política en general y particularmente a la de los países pobres.
El segundo factor tiene que ver con un estado débil,
que no es capaz de generar instituciones públicas solidas que generen mejores
espacios de desarrollo con incentivos y oportunidades sociales, es aquí en
donde se concentra un problema de grandes magnitudes.
Las instituciones públicas son vulnerables y frágiles
ya que el clientelismo político está bien arraigado, cambian las personas que
están en los puestos de autoridad pero
se mantienen las estructuras de poder, la manipulación de aquellos que se
benefician de un sistema en el que no existe la transparencia y la rendición de cuentas.
Preocupante es que en los países pobres los desafíos
son cada vez más graves y los estados cada vez más disfuncionales, mientras la
institucionalidad publica y política no cambie difícilmente nos encontraremos
con el camino hacia la prosperidad, el desarrollo y la inclusión.
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